«Spiderman 3», sobre la dinámica del mal, el pecado y la liberación
Cuando vi Spiderman 3 por primera vez, ya nada más salir del
cine pensaba que, al final, todo es cuestión de prejuicios. Spiderman 3 es una
película que tiene muchísimo contenido en «apenas» dos horas y cuarenta
minutos, de modo que es posible encontrar argumentos para todos los gustos.
Si previamente ya ibas pensando que Spiderman 3 sería un bodrio, habrás visto reforzada tu opinión al constatar como la maraña de líneas argumentales y personajes impide una evolución clara de cada personaje. El hombre que será el Hombre de Arena aparece como un extraño fantasma del pasado que removerá los viejos dolores de Peter Parker. Y posiblemente sea el único al que se le pueda considerar creíble. ¿Cómo puede Harry mirar con esa cara, nunca mejor dicho, a Peter-Spiderman cuando éste reaparece en su ventana, después todo lo que ha pasado (en Spiderman 2)? ¿Qué hace Brook, casualmente, en esa iglesia? Por favor, ¿desde cuándo es Spiderman un animal de feria como en el desfile de la Ciudad?
Los puristas se tirarán de los pelos con la aparición de
Gwen Stacy… Y ¿cómo es que nadie le dijo a Tobey Maguire que su interpretación
de chico malo era increíblemente patética? Eso sin considerar el hecho «sutil»
de que cuando el Hombre Araña abandona los colores americanos (rojo, azul y
blanco, como el Capitán América o Superman) y se vuelve «perverso», se pone de
negro cual cura… Y para rematar, tuve que contenerme ante el plano «americano
total» de Spidey delante de la bandera de las barras y estrellas…
Ahora bien, si previamente ya querías creer que Spiderman 3
podría mantener el nivel de la saga, a mayor gloria de Sam Raimi y Stan Lee,
entonces te habrás dado cuenta de que hay contenidos muy inteligentemente
dispuestos. La voz de la experiencia, en el cuerpo de los ancianos del reparto
-tía May y el mayordomo de Osborn-, da magníficos consejos tanto a Peter como a
Harry: el respeto a los mayores. Queda claro que la tía May es una gran lectora
de Tolkien y utiliza casi las mismas palabras que el sabio Gandalf para
defender el derecho a la vida: «No nos corresponde a nosotros decidir quién
debe morir o quién debe vivir», reflexiona la anciana cuando Peter le cuenta
que Spiderman ha matado al asesino del tío Ben.
La trama apunta cuestiones como la importancia del perdón en
la vida del hombre, el valor del compromiso matrimonial, la verdadera amistad
capaz de anteponer bien del otro al de uno mismo, incluso hasta el sacrificio.
El tema basilar de la película pretende ser la libertad y así lo dice la voz en
off en varias ocasiones: «No importa qué adversidad haya que afrontar, siempre
hay elección».
El poder corruptor del mal en Peter Parker queda muy
inteligentemente representado en un Peter tan patéticamente «perverso» que es
imposible sentir ninguna admiración por él. Sólo te ríes, te carcajeas de Peter
Parker cuando intenta ser malo. La risa tiene un potentísimo efecto pedagógico:
es imposible imitar algo de lo que te has burlado. ¿Será por eso que la
interpretación de Maguire es tan absurdamente ridícula? O el autor (director,
guionista, quien prefiráis) es muy malo o el autor es un genio, pero eso no ha
podido ser pasado por alto…
Creo que hubiera preferido tener dos películas. La caída al
«lado oscuro» y posterior redención de Peter Parker hubiera bastado para una
sola película. La evolución del Duende Verde, el gran antagonista de Spiderman,
merecería sin duda su propio film. Incluso hubiera compatibilizado la lucha
profesional y personal con Eddie Brooks en la misma película que el simbionte;
pero ¿acaso Venom no requiere otra película propia?
Estoy dispuesto a poner la mano en el fuego de que los de
Sony le dijeron a Raimy que querían cerrar el ciclo con el mágico «tres» y el
pobre tuvo que cortar rápidamente todos los hilos que dejó abiertos. Los
hechos, desde luego, parecen confirmarlo: no hubo más episodios de Spiderman en
esta saga, sino que se inició el segundo reboot (“Amazing Spiderman”), mucho
más flojo, y estamos ahora a la espera del tercer reboot o reinicio de la saga.
Siendo una película con tantos temas posibles, en este
análisis me quiero centrar en una temática concreta: la dinámica del mal y el
perdón. Mi intención es ofrecer una propuesta que pueda ser útil para el uso
catequético de esta película. Estoy convencido de que hay algo así como dos
“escuelas” a la hora de plantear el uso didáctico de un film.
La primera “escuela” es la que más clásicamente llamamos
“cinefórums”: eliges una peli y comentas en grupo los distintos temas que
pueden salir y qué nos aporta el film a cada persona. La segunda “escuela”
tiene claro qué tema quiere tratar y plantea el visionado de la película como
una “experiencia compartida”, un punto de inicio para hablar entre todos de un
tema concreto que se quiere trabajar. Es evidente que me inscribo en la segunda
“escuela”. Y, en este caso, creo que esta película es fantástica para hablar de
la dinámica del pecado en el hombre, y su superación por medio del perdón.
Para hablar de la dinámica del mal, la analogía que utilizo
es el simbionte: negro, pegajoso. El pecado es así, oscuro, te oscurece; te
enfanga, se te pega; no te lo puedes quitar una vez lo has aceptado. El mal
entra en ti por tu elección personal, eres tú quien acepta: es un acto de tu
libertad. Pero es una libertad engañada. El mismo pecado original procede de
una seducción, de un engaño, en el que Satán nos enredó. El mal siempre nos
engaña, prometiendo lo que no nos puede dar, haciéndonos sentir mejor; pero nos
rompe interiormente, nos mancha, nos enloda, hasta acabar hundidos en un mal en
el que no queríamos inicialmente vernos inmersos.
Así hace el simbionte negro con Spiderman: al principio le
hace sentir mejor, más fuerte, más útil. Pero empieza a alimentarse de Peter, a
obligarle a hacer cosas que no quiere, a llevarle por la noche por la ciudad;
le vuelve cruel. Es un proceso lento, que tú mismo vas aceptando, porque los
aparentes beneficios inmediatos del mal, del pecado, son muy atractivos. La tía
May, en una impresionante escena en la que Peter le anuncia que Spiderman ha
matado a quien asesinó a su tío, le habla de la venganza:
“Es como un veneno; si se apodera de ti, sin darte cuenta te
convierte en algo espantoso”.
Esa es la descripción de la dinámica del mal, en la que
Peter se está viendo envuelto, aunque aún no se ha dado cuenta él mismo. Será
al final de la película cuando Spiderman se lo explique a Eddie:
– “Sé muy bien lo que se siente. Te embarga el poder, todo…
Pero te acabará dominando”
Es divertido ver al Peter perverso actuando tan
patéticamente que no puedes reprimir la risa. Pero es que así es el mal:
retuerce tu persona y te hace patético: el mal no es loable, no es admirable.
Es triste, porque es una carencia, es ser “menos tú”, porque te domina y te va
devorando poco a poco. Como he dicho antes, la risa es un poderosísimo agente
pedagógico: impide la imitación, es imposible tomar como modelo algo de lo que
te has burlado. Y no hay más que ver a Peter-malo caminando por la calle, con
su nuevo look con flequillo, para darse cuenta de que es patético.
El mal te consume, hasta volverte irreconocible incluso para
ti mismo. Es magnífica la escena en la que esto se expresa. Peter, en su papel
de perverso, va con su nueva novia, Gwen, al bar donde está cantando su exnovia
MJ para darla celos y termina peleándose; la escena se detiene cuando MJ, que
se había lanzado para sujetar a un Peter desatado, se ve arrojada al suelo
violentamente por éste. Desde el suelo, MJ, le mira con herida tristeza:
– “¿Quién eres?
– No lo sé…”
El Peter que responde es un hombre aterrorizado por lo que
acaba de hacer… y por lo que descubre que puede hacer; su mirada baja hacia su
traje negro, que asoma bajo su camisa, apuntando al culpable….
Peter ha visto el fondo del pozo. El mal que él mismo aceptó
le ha arrastrado hasta un punto de no retorno: él, que siempre ha sido un chico
pacífico y defensor de la justicia, ha ido a humillar a quien más quiere, se ha
peleado abusando claramente de su fuerza, y ha terminado atacando a la persona
que más le importa. Él no quiere ser así…
Pero del pecado no te puedes librar sólo. Comienza una
escena preciosa, que, soy consciente, sobreinterpreto. Sé que la mirada que
aplico a esta escena está muy lejos de la intención de su autor. Pero ya he
dicho que me interesa menos explicar una peli que desarrollar un tema. Y esta
escena parece que la hicieron pensando en mi explicación.
¿Dónde va Peter para buscar ayuda? ¿A quién se dirige para
liberarse del mal que se le pega, le absorbe, le enfanga?… A la Iglesia. Las
campanas le dan la clave. Y es que siempre es así. Sólo Dios puede librarnos
del mal. Sólo Dios es capaz de intervenir en nuestra vida y sacarnos del lodo
alquitranado en el que el mal nos enfanga. La campana de la Iglesia es esa
sorprendente intervención celestial que le libera del simbionte. También
nosotros lo experimentamos siempre así: es Dios quien nos salva, es Dios quien
nos libera del pecado.
Ya dije que sobreinterpretaba la escena… pero vale la pena.
En paralelo, tenemos a Eddie Brooks, rezando a Cristo
crucificado, humillado (dice), pidiendo a Dios que mate a Spiderman. ¿Cuántas
veces no hemos querido manipular a Dios, haciéndole herramienta de nuestros
intereses, de nuestros odios?
Pero la escena no termina ahí. Peter se ha visto liberado del mal que le embarraba, pero se siente sucio. La ducha no le limpia… Ha visto lo que él ha sido capaz de hacer. Es verdad que actuaba engañado y reforzado por el simbionte, sí; pero ha sido él, han sido sus decisiones.
¡Y entonces se confiesa con la tía May!
Ella va a su apartamento, porque sabe que Peter no está
bien; quiere hablar con él en persona. El diálogo es precioso: Peter reconoce
que no está preparado para pedir a MJ que se case con él, porque piensa en sí
mismo, antes que en MJ. Reconoce que ha hecho daño a quien más quiere. Y tía
May (¿se nota que soy #muyfan suyo?) le suelta:
– Pues empieza haciendo lo más difícil. Perdonarte a ti
mismo. Yo creo en ti, Peter. Eres una buena persona. Y sé que encontrarás el
modo de enmendarlo… con el tiempo.
Dolor de corazón, confesión de los pecados, propósito de
enmienda… ¿Quién es capaz de negarme que es una confesión? Es justo eso lo que
hacemos en el sacramento de la Penitencia. Reconocemos que hemos hecho daño a
Dios, al hacernos daño a nosotros mismos o a nuestros hermanos con nuestros
pecados.
Porque no pensamos en Dios antes que en nosotros: nos amamos
más a nosotros mismos que a Dios. Y nos reconocemos, así, débiles. Y Dios, en
la persona del sacerdote, nos levanta. En cada confesión Dios nos demuestra que
confía en nosotros; que hemos sido hechos “buenas personas”, que podemos volver
a tener esa relación de amistad con él. Y que tenemos que enmendar nuestros
errores.
Daos cuenta de un detalle importante: primero, gracias a las
campanas de la Iglesia, se libra del maligno simbionte; después viene la
confesión. Así es también en la vida espiritual: primero Dios actúa y nos
libra, nos hace reconocer nuestro pecado; la confesión viene después, como un
reconocimiento que nosotros hacemos, para pedir ayuda a Dios y restaurar
nuestra relación con Él, pidiéndole recuperar su amistad.
Ya he dicho que soy consciente de estar sobreinterpretando
la escena. Y también he dicho que me da igual, porque me sirve para mi tema.
¿Alguna otra protesta?
Ya sólo con esta escena tienes “material” para trabajar la
dinámica del mal y el perdón. Pero hay otra escena impresionante sobre el
perdón. Si la anterior es sobre el perdón que Dios nos da en la confesión, la
siguiente escena es sobre el perdón que podemos otorgar a nuestros enemigos, a
quienes odiamos.
En la escena, el Hombre de Arena se confiesa con Peter. Le
explica que era un ladrón, que necesitaba el dinero para el tratamiento de su
hija. Y que mató al tío Ben por accidente.
– Yo no quería esto… pero no tuve elección
– Siempre tenemos elección. La tuviste cuando mataste a mi
tío.– responde Peter, dolido.
El Hombre de Arena le explica que su tío intentó ayudarle;
que se disparó el arma sin querer.
– No te pido que me perdones. Sólo quiero que lo entiendas.
Curioso, esta vez es justo al contrario que Dios: ¡Dios sí
quiere perdonarte!
Peter perdona al asesino de su tío. “Te perdono” son las
últimas palabras que el Hombre de Arena escucha de Peter. Y casi puedes
escuchar el desmoronamiento de la cárcel de hielo, cristal y soledad que se
rompe en el corazón de Peter, allí donde se escondía el odio por la muerte de
su tío, odio que es una de las semillas de su propio pecado, al elegir el mal
como medio, por venganza. Sólo perdonando puedes librarte del mal que te
erosiona, te pudre por dentro, en el que te encierras. Sólo pidiendo perdón a Dios
podemos reconstruirnos.
“Siempre tenemos elección”, dice Peter. Y es verdad: siempre
podemos dar lo mejor de nosotros mismos, siempre podemos dar amor. Son nuestras
elecciones las que nos hacen ser como somos, las que nos construyen o las que
nos encierran. Las que nos liberan o las que nos enfangan. Hay que aprender a
ver a dónde conducen nuestras decisiones. Y sólo el perdón nos restaura cuando
equivocamos el camino.
Se podría también comentar la preciosa evolución de Harry,
desde el odio hasta el sacrificio. Con una escena que aún (la he visto decenas
de veces) me conmueve, porque “nadie tiene más amor que quien da la vida por
sus amigos” y Harry da la vida por su mejor amigo, a quien ha odiado y ha
querido matar desde el principio de la película. Pero sería repetir las claves
ya dadas: la dinámica del mal, que te engaña prometiéndote lo mejor hasta
hundirte en la peor versión de ti mismo; y la restauración por el perdón,
singularmente el perdón sacramental de Dios, que te libera y sana las heridas.
Me llama mucho la atención.
ResponderEliminar